Historia y misión de la RAR

La Real Academia de las Rarezas se fundó en 1764, en pleno reinado de Carlos III. La época de la Ilustración avanzaba y el espíritu científico se hacía cada vez más fuerte. Sin embargo, aun con todo el empeño puesto en racionalizar todas las facetas de la vida, había cosas que permanecían sin explicación, verdaderas rarezas que debían ser investigadas y comprendidas para el bien de las personas y del mundo.

Así pues con el beneplácito de su Majestad varios estudiosos encabezados por Diego de Torres y Villaroel se establecerían en Salamanca. Su misión como bien dice su lema “Da luz a las tinieblas” sería realizar estudios de campo y documentales en los que censaran, difundieran, debatieran y explicaran las rarezas del mundo: fuesen estas sucesos extraños, viajes imposibles o avistamientos increíbles.

Torres Villarroel
Diego Torres y Villarroel

Tras la muerte en 1770 de  Torres y Villaroel el germen de la RAR abandonaría Salamanca para establecerse, a petición del mismo Carlos III, en la Villa de Madrid. Un gran benefactor de la institución, Félix de Salabert y Rodríguez de los Ríos – Marqués de la Torrecilla- acondicionaría parte de su palacio en el número 5 de la calle Alcalá.

En esta época se terminaría de decidir la división de la institución en tres partes diferenciadas, cada una de ellas portadora de uno de los tres elementos que se pueden ver en su escudo: faroles, con la misión de dar luz y esclarecer los sucesos estudiados; libros, cuyo cometido sería el de documentar tales sucesos; y dagas, con la tarea de proteger el legado y trabajos de la institución así como defenderla tanto de elementos desconocidos como de conspiraciones más terrenas.

Antigua Sede
Foto del Palacio de Torrecilla (ppos. del siglo XX) Fuente: Blog Historia y Genealogía

Los primeros años del siglo XIX serían especialmente trémulos para la institución. Aunque algunos de los académicos acogieron la invasión francesa con cierta esperanza,  vendría  La Guerra de Independencia y algunos casos todavía sin resolver que estarían a punto de disolver la academia. Lo que no pudo hacer la guerra estaría a punto de conseguirlo el reinado de Fernando VII.

La RAR sería despojada de sede durante la llamada hoy “década ominosa”. Sin embargo y pese a los reiterados intentos de las instituciones gubernamentales de la época, empeñadas en su disolución, la institución se fortalecería irónicamente gracias a una característica que todavía hoy le acompaña: la falta de un asiento fijo y la ocultación de su fondo documental, repartido en distintas bibliotecas, locales y domicilios de la capital. Durante esta época, cabe destacar, la academia siguió conservando su denominación de “Real”, a la espera de mejores tiempo  y con la esperanza de una restitución que llegaría finalmente en tiempos de Isabel II.

La historia no ha dejado desde entonces de ser convulsa –es algo que todos sabemos- pero la Real Academia de las Rarezas ha podido adaptarse y continuar su cometido contra viento y marea. Por ello invitamos a nuestros lectores y potenciales miembros a seguir nuestro boletín con antiguas referencias, nuevas reseñas y futuras investigaciones.

“Da luz a las tinieblas”.