En el artículo anterior habíamos dejado a uno de nuestros académicos a punto de ir a cenar a casa de una recién conocida para aclarar un misterioso asunto en el que se cruzan un Tercio de Flandes, una bruja, Napoleón y una película muda (puede leerse aquí). Ahora continuamos.
Me pasó una tarjeta con su dirección y la hora del encuentro. Me disculpé y me levanté de mi asiento porque quedaba poco para la hora de cierre de la mayoría de establecimientos que podían servir algo para cenar. Letta sonrió una vez más mientras llamaba por el móvil a un amigo especialista en el peritaje de películas antiguas para que me diese alguna lección rápida.
A las 19:00 –algo tarde para cenar por aquellos lares- llamaba a la puerta de Letta. Llevaba conmigo una cesta con bitterballen (parecidas a las croquetas), patatas con mayonesa, queso gouda, algo que parecía una ración de arenques, varios pannekoeken y una botella de un licor parecido a las natillas que aquí llaman “advocaat”. Sí… una cena sofisticada.
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