Entrevista con un vampiro español (III)

En el artículo anterior Habíamos dejado la transcripción de la entrevista con un vampiro español con la pregunta del periodista sobre Jack, el destripador.  En esta ocasión el Señor de Haro nos dejará con la boca abierta. (Por cierto, invitamos a los lectores rezagados a comenzar la lectura de este extraño testimonio desde el principio).

Yo: Me suena que ahora va a hablarme de Jack el Destripador.

SDH: Nosotros no tuvimos nada que ver con eso… revise sus fuentes. De hecho, el caso nos perjudicó. No se puede imaginar la cantidad de “investigadores de lo insólito” que salieron de aquello y cómo afectó a los planes del Valaco, pero bueno… allá él.

Yo:  Ustedes sobrevivieron aquí.

SDH: Se dieron muchos factores propicios y tenga en cuenta que El Santo Oficio nos duró hasta 1821.

Yo: Napoleón la abolió, que yo sepa, y después las Cortes de Cádiz.

SDH: … y bastante que nos debieron las Cortes cuando organizamos guerrillas. Al final Fernando VII sí nos reconoció el aporte a la lucha contra el francés. (pone acento francés y suena burlón) “Les insurgés! Les insurgés!”. Ahí nos dimos cuenta de que también valíamos para pelear… o al menos algunos.

Soldados adentrándose en la niebla
Soldados adentrándose en la niebla

Yo: ¿Cómo les fue con Isabel II? Ya tengo curiosidad.

SDH: Mal. Muy mal. En esa época comenzamos a tener problemas con algo llamado “política”. Lo que no nos había importado en siglos nos comenzó a preocupar. Si había que seguir la tradición, si había que adaptarse a los nuevos tiempos… y otra vez ruidos de sables.

Yo:  Un momento… ¿vampiros en las Guerras Carlistas?

SDH: Señor mío… ¡estábamos en todos sitios! En la Corte, en el Parlamento, en el ejército… los poderes se dividían y, como consecuencia lógica, nosotros también. En lo que estábamos de acuerdo era en castigar al traidor: baños de sol, hacerle tragar ajo a la fuerza, abrir el pecho y atravesar el corazón con una estaca… a los indianos se les daba bien.

Yo:  Indianos…

SDH: Los que volvían de América y…

Yo:  Sé que son los indianos.

SDH:¿Y usted cree que nosotros no teníamos nuestra versión? Conquistadores que hacían fortuna ahí y, al cabo de los siglos, volvían al hogar. Al principio los mirábamos mal. No eran como nosotros.

Yo: ¿En qué se diferenciaban?

SDH: Algunos ya iban convertidos desde aquí, a la europea, pero la mayoría de ellos fueron convertidos allí, en América. No sé si ha oído hablar de las Tlahuelpuchi. Sería algo así como vampiresas. Los aztecas las usaron para enfrentarse a los conquistadores. Era un golpe astuto: resulta que las Tlahuelpuchi no transmiten sus “habilidades” como nosotros. Lo que hacen es traspasar sus poderes a quien las mata. Así pues, los conquistadores se convertían en versiones menos poderosas de la vampiresas…

Yo:  Perdón, pero no me parece muy inteligente convertir al enemigo en un ente sobrenatural poderoso.

SDH: Sí lo es cuando solamente tú sabes cómo enfrentarte al ente sobrenatural. Además, los sacerdotes aztecas eran poderosos. Les bastaría con conjuros, prácticas, ritos… y los entes se desvanecerían. Limpiamente, sin bajas. Un plan desesperado pero efectivo… en la práctica.

Yo:  No contaban con que los españoles nos llevamos nuestra propia versión del ente sobrenatural.

Hernán Cortés
Cortés

SDH: Exactamente. Se creó una especie de extraña sociedad. Algunas tahuelpuchi hicieron curiosa pareja con algunos de los nuestros. No me ando con rodeos, ¿recuerda a Cortés y La Malinche?

Yo:  No me joda…

SDH: Sea educado con sus mayores. Y le recuerdo lo que le dije antes: revise sus fuentes.

Yo:  Pero si tuvieron un hijo… Martín…

SDH: Muchos llamamos a los que hemos convertido “hijos”. Y recuerde una cosa, las tahelpuchi cazaban niños. ¡Una familia feliz!

(La transcripción continuará en la siguente entrega)

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